_
_
_
_
_
UNA GENERACIÓN EN BUSCA DE FUTURO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La edad de hielo

Desde la crisis de 2008, los jóvenes no conocen otra realidad que la de becas eternas y contratos basura

Dos jóvenes pasan ante una ofician de empleo este martes en Madrid.
Dos jóvenes pasan ante una ofician de empleo este martes en Madrid.Rodrigo Jiménez (EFE)

Durante una edad de hielo disminuye la temperatura de la atmósfera, y se originan o aumentan las capas de hielo y los glaciares. Existen periodos crudísimos y otros de clima más amable, como espejismo de la normalidad. Desde 2008 atravesamos primero una crisis salvaje que destrozó a la clase trabajadora, luego unos años de recuperación más estética que verdadera, y de nuevo una recesión que se ceba con quienes antes tenían poco, y ahora nada. La crisis frenó a quienes se incorporaban al mercado laboral, y la generación siguiente no ha conocido otra realidad que la de las becas eternas y los contratos basura: nuestras condiciones materiales impiden que cada cual viva donde desee y como desee, que el centro de la vida lo ocupe la vida misma y no la supervivencia económica. En esta situación, la nostalgia es un cobijo: el pasado no como una posibilidad de comprender el presente, sino como una idealización que nos consuela.

Se repite que vivimos peor que nuestros padres y que se trata del primer momento de la historia en el que se rompe esta cadena de progreso, como si el ascensor social hubiese funcionado antes. Depende: la recesión es —como siempre— una cuestión de clase, mucho más fiera con quienes ya vivían en la precariedad. Olvidamos a quienes perdieron —padres nuestros, madres nuestras— su empleo durante la crisis de los noventa, y desde entonces trabajaron en lo que les salía, o con quienes se quedaron en paro a principios y mediados de los 2000, y se les descartó —ya no servían— por la edad. Como necesitamos comprender lo que sucede, tan distinto a las expectativas, se romantiza y moldea la memoria; nos acomodamos en lo que nos sirve, y omitimos aquello que nos daña. Ya no nos referimos a un fenómeno excepcional que atañe a una generación, sino que se prolonga en las siguientes, y repercute también en el bienestar de las anteriores. Las herramientas para atajarlo —intervenciones y rescates, anglicismos que disfrazan el empobrecimiento— han fracasado, con medidas superficiales que parchean los problemas en lugar de acudir a la raíz. Y la raíz, claro: un sistema que te considera según lo que produces, que no tiende la mano a quienes se quedan atrás sino que los aparta.

Una edad de hielo se prolonga durante millones de años. Algunas regiones se mantienen a salvo durante la glaciación, igual que quienes viven la crisis como eso a lo que se refieren las noticias, pero también el hielo levanta puentes para comunicar espacios antes separados por el agua. Estos puentes nos hablan de otros caminos posibles: los habíamos descartado porque conllevaban otro ritmo, otras compañías, también otros destinos, y merece la pena probar a transitarlos. ¿Qué más vamos a perder?

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Elena Medel es escritora y editora. Su libro más reciente es la novela Las Maravillas (Anagrama).

Capítulo 1. La brecha generacional

Testimonios | “La vida me va con retraso”

Reportaje | José Ramón persigue la vida de sus padres

Podcast | “El futuro es una sombra”

Datos | El grupo de edad con más pobres en España

Editorial | El derecho de los jóvenes al porvenir

Opinión | ‘¡Qué estafa!’ por Elvira Lindo

TODA LA SERIE | Una generación en busca de futuro

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_